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Flor de Pericón, tradición contra el mal

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La flor de Pericón es reconocida en la región y utilizada para ahuyentar al diablo que queda suelto previo a la fiesta de San Miguel. En Atlixco la fiesta es de las más representativas pues su ermita se encuentra en la punta del cerro que lleva el mismo nombre, esta tradición permanece viva en los hogares de esta región.

La flor de Pericón es una planta de fácil manejo lo que permite que previo a estos días en donde se realiza el corte se dé con gran facilidad en los campos del municipio de Atlixco y después se comercializa en los mercados locales.

Su precio es relativamente económico el ramito o cruz de Pericón tiene un costo de entre los 25 y 35 peos, dependiendo del tamaño y la abundancia.

Este año la venta se incrementó en el mercado local y la tradición se mantiene viva junto con la colocación de la cruz.

El vicario Parroquial de Santa María de la Natividad Gastón Pérez Enríquez en entrevista explicó que la practica religiosa se encuentra dentro de la religiosidad popular, que es cuando el evangelio transforma las realidades temporales y a través de algún signo se reconoce la presencia de Dios.  Y aunque no depende de un mandato eclesiástico, si surge del corazón de los fieles al querer vivir su vida cristiana.

“Esta práctica es una cosa muy bonita, porque recuerda que Jesús que murió en la cruz a vencido al mal, tal vez por ahí hay que purificar las ideas de que es un día que hay que tener miedo, pero no, al contrario, para recordar la victoria de Cristo, de San Miguel sobre el mar y si colocamos nuestra cruz no por miedo si no confiando en el señor y en la protección que recibimos”

Afirmó que esta cruz también debe recordarnos nuestra fe y la confianza de que, aunque se crea que vence el mal siempre lo hará el bien.

Tradición prehispánica

Por otra parte, también se sabe que esta tradición tiene un origen prehispánico y después se adaptó durante la época de la Colonia tras la evangelización.

La también conocida flor de Yauhtli  se usa en la Cruz de Pericón, se asociaba al culto del dios mexica de la lluvia, Tláloc, como una ofrenda de agradecimiento por las lluvias recibidas para mejorar y nutrir sus cosechas. Se ponía en dirección hacia los cuatro puntos cardinales. Recordemos que en aquella época no conocían el símbolo de la cruz si no la dirección de los cuatro puntos.